lunes, 26 de noviembre de 2012



Si mi lengua transformada a una Gillette
Quisiera dejar en jirones y lastimar en serio
No necesitaría de aliados ni condescendientes
Se bastaría a si misma para marcar como un hierro.

Si el odio inundara todo mi ser y hasta la propia razón
Y buscara la venganza por todos los medios
No le seria difícil conseguir su propósito
Pues son todos presas fáciles de quien ya no tiene miedo.

Si la ira se desatara como la peor tormenta
Para castigar a infieles e insensatos
No esperaría la fuerza de los vientos
Le alcanzaría tan solo con sus manos.

Si mis ojos se inyectaran en veneno
Cada vez que quisiera ver a alguien
Seria mas fatal que una Medusa
Pues de mi mirada asesina no escaparía nadie.

Si mi boca matara en cada palabra
Si mis venas destilaran arenas movedizas
¡Yo podría ser más cruel entre los crueles!
Y condenarlos a la eterna pesadilla.

Pero no soy un dios ni quiero parecerlo
No se perdonar, no se juzgar, ni me interesa
Y aunque puedo comprender a la pobre gentecita
Espero con mi rostro limpio las mañanas frescas.
J. RAMIREZ JAR

A veces pienso quien soy.
¿Qué busco? ¿Dónde voy?
Porque camino despacio
Por los senderos oscuros
Porque estoy en el espacio
Donde no existe el apuro. 
A veces pienso quien soy
¿Qué hago? ¿Dónde estoy?
Porque mi mente esta en blanco
En un lugar tan negro
Porque no veo los campos
Que vi cuando era pequeño.
A veces pienso quien soy.
¿Qué tengo? ¿Qué es mi hoy?
Ahora creo comprender
Lo que a mi me esta pasando
Me parece que ayer
Me dormí y creo que estoy soñando.
A veces pienso quien soy.
Ya no pienso. Ya no soy…
J. Ramírez Jar

jueves, 22 de noviembre de 2012

Poema




Si tus ojos no brillaran este día
Y tus labios no pronunciaran mi nombre
No tendría más sentido para mí la vida
Y clamaría feliz la hecatombe
Si tu cuerpo se volviera amenazante
Y tus manos en puños agresivos
Diría comprender la ultra violencia
Aunque muera de tristeza en un suicidio
Si tu boca se volviera furia obscena 
Que destroza y daña todo lo que quiere
No podría soportar yo las mordidas
Que me cauces transformada en vil serpiente
Si tu mente convertida al terrorismo
Bombardeara a mi pobre corazón desnudo
Quizá sentiría más que nadie la muerte
Por entregarte todo mi ser y verlo justo
Si tus ojos no brillaran esta noche
Y tus labios se quedaran en silencio
Yo vería como los sueños se rompen
Y querría que el hechizo dure otro milenio
Si tu cuerpo se volviera fuente inagotable
Y tus manos las que atienden al sediento
Yo quisiera ser uno mas si así pudiera
Aunque por llegar a vos muera en el intento
Si tu boca escupiera odio en mi cara
Destrozándome y dejándome en jirones
Buscaría remendarme con palabras
Con amor concreto y no intenciones
Si tu mente no me tiene en sus registros
Ya es tarde y doloroso para mi
Haré por vos el último sacrificio
Y de una vez por todas a mi vida pondré fin
Si tus ojos no brillaran al mirarme
Y tus labios no comparten mi dolor
Yo seré uno más que desde el cielo
Entre al juego inexplicable del amor.



J. RAMIREZ JAR

martes, 16 de octubre de 2012


Nueva critica :



«El Canto del cisne» desde el método del actor

Posted on septiembre 29, 2012 by Juan Martins
juan martins

 El Canto del cisne de Antón Chéjov es otras de las obras exhibidas por el grupo ABC Independiente de Santa Clara del Mar, Argentina en el marco del III Festival Internacional de Teatro Clásico Adaptado. Aquí quiero destacar un aspecto fundamental: el actor, dejaré otros aspectos de la dirección de esta propuesta para la ocasión que me permite la crítica interna (aquella que se desarrolla al lado del grupo, más íntima en relación con los procesos creados). Si así me lo permite su director y adaptador Jorge Ramírez Jar en un próximo encuentro en ese hermoso lugar «Casa Azul» de Santa Clara del Mar donde se presentó el espectáculo. Veamos entonces, el actor Osvaldo del Vecchio en el rol de «Vasil Vasilievich». La disposición de un método colocado en esa relación de actor-espectador. Estuvimos muy cerca del actor, lo «sentimos», o percibimos si acaso deseamos acentuar el hecho racional cuando estamos ante una obra. Yo me quedo con la emoción, con la cantidad de energía que pudo transmitirme este actor. Y lo hizo, lo condujo al límite de  conmovernos, de  entregarnos mucho más allá de las necesidades de la puesta en escena que queremos ver de la obra. El trabajo del crítico, en cambio, no es precisar una futura dirección, sino interpretarla en un grado de utilidad para el actor, para el director, y como ha de esperarse, para todos sus creadores. Pero volvamos a lo que quiero, el actor: Osvaldo del Vecchio, su método, su lugar de las emociones. Es decir, cómo adquiere en éste un estado de discurso y de orden estético cuando al tratar con las emociones le ha otorgado un estilo tal que nos ha encantado en el mejor sentido sentimental de la palabra: nos correspondemos con la alteridad, con lo ficcional que se ha creado en el instante (aquel instante poético de las escenas). Se hace instante puesto que el silencio se nos introduce desde el estado psicofísico que le impone este actor. No va a necesitar de muchas cosas: sólo de su voluntad para hacernos entender sus emociones, en la caracterización de(los) personaje(s) mediante el artificio y la utilización de la «máscara», aquella donde se utiliza el rostro, aquel fragmento del cuerpo que signa los silencios, su unidad significante. De modo que la emoción es una arquitectura de esos signos que se edifican en la construcción mental de la audiencia. Conque el actor está en relación constante con esa receptividad de la emoción. Utiliza cada instante con su voz, sus manos, su rostro para construir esa identidad con el público. De otra manera, ¿cómo nos vamos a emocionar junto al actor?  No hay otra manera que no sea con el sentido que produce su actuación. Un gesto, detrás de un movimiento y del desplazamiento para colocarnos en este lugar de alteridad y ficción que, por una parte, es literaria dado el carácter narrativo del texto dramático, y por otra, lo que este actor construye con su cuerpo, los impulsos necesarios, la «energía» es ese sistema de signos con el cual se artificia. En ese caso, la intimidad se justifica para esta postura de la actuación la cual deviene en placer, gusto por lo teatral. Si quiero aceptar al actor como eje de aquel discurso teatral: la dimensión de una relación que es humana, que es con otro ser con el que nos identificamos, que significa la caracterización de sus valores,  sus sentimientos y nivel espiritual. Y alcanzarlo con la actuación nos da ese carácter de identidad con el espectáculo. Osvaldo del Vecchio nos figura esos elementos del discurso actoral con gusto y placer. Me decido por decir que construye una poética del silencio, del instante con pocos elementos pero edificantes para el relato: nos sentimos conducidos por este relato, pero más que por el hecho literario (evidente por tratarse Chéjov), es por la corporeidad que le confiere el actor. Los pocos desplazamientos en un espacio breve con la intención de subrayar los aspectos emocionales de las caracterizaciones y hacernos partícipe en una «pequeña» sala que se redimensiona por ese hecho. Creo, en virtud de estos alcances, que los registros podrían ser de mayor rigor a modo de diferenciar, en el uso de este método actoral,  los personajes que interpreta (y esto tiene que ver con aspectos de la dirección la cual debería de someterse a un mayor rigor disciplinario).  En ese sentido la actuación Jorge Ramírez Jar respectivamente en el rol de «Nikita» se coloca en un lugar de servicio de su correlator (en una dinámica de asistente a la escena), pero podría llegar a un nivel más orgánico una vez que, al tiempo que es también el director de la obra, alcance los registros para las caracterizaciones, el carácter efusivo de la voz debe adquirir ritmo, cambios, sustancia en esa cualidad orgánica de la actuación. Con ello, el discurso del actor, el método actoral asumido, acompañará a la dirección y a la puesta en escena en el mismo nivel de logro y extensión estética. No dejemos solo a un actor como éste, Osvaldo del Vecchio, es decir, reconocer su porte, su método y su grandeza («verlo» en cuerpo y palabra) ha sido un verdadero placer de este Festival.  Es una responsabilidad artística que tenemos cuando se nos anuncia su «iluminación» al momento que el actor constituye un estado creativo del mismo. A ese carácter humano, la relación persona-persona con la que se constituye me refiero arriba. Se consigue si acaso es el cuerpo del actor el instrumento de aquella explosión de signos que se ha dado a lugar en las emociones como canal de interpretación. Y el espectador queda «sentido» por vía de aquellos signos. Esto lo sabemos del hecho teatral, aun, pareciera que está claro, sin embargo, al desprendernos de otros elementos que pudieran estar en el espacio escénico como es la escenografía, el vestuario o la iluminación el director tendrá la responsabilidad de sustituir la formalidad teatral por otra. Con la que me quedo: el hombre, la relación personal del teatro.

Santa Clara del Mar, Provincia de Buenos Aires.

Juan Martins, dramaturgo y crítico teatral




                             DOS ACTORES, DOS CABALLEROS

                                                                                                                 José Ygnacio Ochoa    


 
Destacamos, en el III Festival Internacional de Teatro Clásico Adaptado en Mar Chiquita-Argentina la presencia de dos actores cada uno con sus respectivos montajes teatrales, cada uno con una escuela diferente, lo intuimos, pero la esencia y motivación por darle vida y corporeidad a la psiquis del personajes a través o por medio de sus cuerpos, voces y miradas ratifica la máxima que expresa que en escena pueden   ausentarse  múltiples elementos, llámense dispositivos escenográficos, musicalización, iluminación, maquillaje entre otros pero lo que sí es inobjetable es la sola presencia del actor para darle sentido al o los personajes dibujados en escena.
Osvaldo del Vechio del Grupo ABC Independiente (Santa Clara del Mar, Argentina)  interpreta a Vasil Vasilievich en “El canto del cisne” de Anton Chejov, bajo la dirección de Jorge Ramírez Jar. Osvaldo del Vechio con su actuación nos entrega una clase magistral cargada de emociones que en el transcurrir de cada palabra  lo transmite al público. Un actor que tiene la capacidad de mantener la atención y tensión de la mirada del gran espectador. Cada movimiento, cada gesto, cada silencio pasa a ser una metáfora de una realidad o una historia en donde el que aprecia se atemporaliza de su otra realidad. Nuestro respeto a Osvaldo, un maestro.

Omar Musa del Grupo La Llave (La Plata, Argentina) interpreta a diferente personajes  de las obras de Shakespeare, Analía Aristegui  realiza la dirección y el proceso dramatúrgico. Musa marca con su talento y su don especial de la voz, con sus  cambios, registros y matices la resonancia necesaria para darle vida a los personajes. La mirada que se descubre no es la de Omar Musa, es la de los personajes Shakesperianos que se evidencian por la construcción  laboriosa y cuidada del actor. Unido al gesto tenue, suave como quien no quiere sorprender pero que cautiva y trepa la emotividad del público. Para Musa la cercanía del espectador es un aliciente más para desarrollar esa historia de las cuatro máscaras que  dispuestas en un recinto que en principio no tiene nada que ver con la teatralidad permiten detonar que ese otro  un espacio, el  escénico, en tanto es intervenido. El actor se desborda en su energía contenida para entregarle al público con todos sus sentidos su irracionalidad convertida en un personaje, entendida esta, la irracionalidad como la fuerza corporal y emocional, queremos decir con todo esto que el actor revitaliza las emociones que, según los rasgos físicos e historia del personaje se (des)dibujan en la conciencia del actor para luego mostrarlo con su plena esencia en la escena. El actor entrega-presta su voz, su cuerpo conjuntamente con su historia para llegarle al público, para que éste, con su mirada, sea testigo único de tales emociones y procurar que la vida adquiera otras dimensiones.
Osvaldo del Vechio y Omar Musa dos señores de la actuación, dos caballeros fuera de las tablas, dos monstruos en el mejor sentido de la expresión, dos seres de los cuales debo aprender.




martes, 7 de agosto de 2012

El canto del Cisne de Anton Chejov en la Adaptacion y direccion de Jorge Rammirez Jar





interés personal por V.C.
LUNES, 12 DE MARZO DE 2012
Balance teatral de un renegado 2012
Chejov y El canto del cisne en Santa Clara
Clase(s) de teatro

 Antón Chejov

Cuando Antón Chejov escribió El canto del cisne (1886) no pensaba que tendría tanta descendencia. Lo llamó estudio dramático, como si fuese un ensayo –de obra dramática, de preparación para actores—y seguramente le adjudicó menos importancia que sus opera mayores, Tío Vania, El jardín de los cerezos. Sin embargo, los atormentados recuerdos de un anciano actor junto a su ayudante de cámara producirían serias secuelas, y debe decirse que no nos son ajenas a los espectadores de aquí, el mero sudeste bonaerense. En concreto, aún está en vigencia El vestidor (Ronald Harwood), que Pedro Benitez, Antonio Mónaco y Lalo Alías resolvieron montar en Mar del Plata, y hasta el año pasado, Rodrigo Parise y Ángel Balestrini pusieron Rojos globos rojos (Tato Pavlovsky). Ambas piezas reconocen la paternidad chejoviana. Un actor decadente y su noche de asfixia espiritual rodean los nervios del camarín en el primer caso, junto a un asistente amanerado y solícito dispuesto a seguir a aquél hasta el final. El histrión fenomenal y triste del segundo caso y sus dos compañeras inseparables, en la grisura de una sala en bancarrota, patentizan siempre la misma lucha: la pasión de representar, contra el fracaso y a pesar de él, al borde de la locura, la miseria y, lo peor de todo, el olvido.







Para su versión, Jorge Ramírez Jar tuvo la fortuna de encontrarse con Osvaldo Del Vecchio, la más digna carnadura habiente de ese Vasili Svetlovídov, en lo que podría calificarse de autohomenaje al mismo tiempo que como dedicatoria viva a la gran Historia del Teatro. Médico retirado ahora residente de Santa Elena, Del Vecchio ofició de actor en los elencos de Beatriz Matar, Franklin Caicedo, Hugo Urquijo y Lito Cruz, tuvo su propio escenario en Quilmes y, aún secundario y partener, nunca dejó las tablas. El autor ruso subtitula Calcas a su monodrama, refiriéndose a un personaje de Troilo y Crésida, de Shakespeare. Mientras rumia su angustia, en bambalinas tras un supuesto beneficio, más a su pobreza que a su edad y mérito, Vasili no dejará de calzarse la vestimenta de sus grandes actuaciones, entre la desmemoria, los achaques y la certeza de una despedida.








Ramírez no se detiene allí. En vez del Godunov de Pushkin, selecciona el monólogo de Segismundo (Calderón), prolonga los discursos originales y agrega otros: Romeo, Macbeth, Otelo y King Lear no figuran tan desarrollados en El canto chejoviano, y, directamente, decide abolir poemas sueltos de Pushkin y el drama de Griboiedov con que finaliza la obra. Nuestro director tomó dos medidas exactas: exhibir un muestrario de los momentos verbales clave de los llamados clásicos e imprimirle una fuerza trágica y emocional a una escritura cuya brevedad hace suponer que el dramaturgo solamente creía en ella como pequeño ejercicio, acaso una práctica expresiva para los alumnos de su puestista, Stanislavski. Y de paso se atreve, después de Electra, a repetir una audacia. No pregunte nadie ¿por qué Chejov en vacaciones y temporada? sino ¿por qué no?
Unas velas aguachentas, la mesa despintada y un baúl de indumentaria, sobre la ya legendaria cámara negra de la sala de Casazul, bastan. El apuntador y casi muleta de Vasili, Nikita (el propio Ramírez Jar) luce apenas más joven que su amo. Usa las solapas del saco levantadas pero en el frío del espacio desierto no vacila en alcanzar a aquél las armas de su batalla interminable, la corona de Lear, el puñal de Macbeth, las cadenas que aherrojan a Segismundo. El canto es, claro, metalingüístico, metateatral, y no asombra que lo hayan elegido tanto de inspirador. Su Excelencia, el tosiente y ebrio bufón de El vestidor también se sube a los alaridos de Lear en su pasaje final. Ahora, una plancha de zinc disimulada finge bien los truenos y la tempestad —¿la de vivir, no más?—como si de pronto retrocediéramos al radioteatro; Vasili mira al vacío y a nosotros alternativamente y no queda más que aplaudir. ¿A Vasili, a Del Vecchio, a los personajes, a sus creadores?








Impresionante y excepcional a la vez, en todos ellos yacen y respiran todos los teatros del mundo, en la visión del adaptador. “A aquellos actores que pasaron su vida contando historias que no siempre eligieron y, ésas que les hubiera gustado contar, se las dieron a otros”, reza el programa de mano.
Esa es nuestra ventaja de espectadores. Podemos elegir la historia, así de dolorosa y rica, que nos gustará que nos cuenten.

Gabriel Cabrejas

sábado, 28 de julio de 2012

MIS VIEJOS POEMAS

Estos poemas fueron escritos entre obra y obra o cuando realmente la inspiracion me visitaba.


¿Donde està el amor?
Si es verdad que nos quisimos tanto
Debe aun quedar vestigios
No es posible que todo este enterrado
Noches de descontrol pasional
Descanso en brazos de ternura
Días de cuidado especial
Que el desenfreno de amor procura
¿Todo aquello se debe olvidar?
¿Es necesario invocar al odio?
¿Cómo podre soportar,
Ver esos puñales en tus ojos?
Nuestros sueños destrozados
Por nuestras palabras crueles y arteras
Nuestros logros conseguidos, a un lado
Insistiendo que a ninguno de los dos interesa
¡Ya no puedo más con esta angustia!
Que a mi pecho oprime despiadada
Con mis noches interminables y truncas
Que me convierten en blanco de las flechas lanzadas
¿Dónde esta el amor?
¿En que valija esta guardado?
¡¡No podemos condenarlo a muerte
Despues de todo lo que nos amamos!!

                                           J. RAMIREZ JAR

sábado, 21 de julio de 2012

Miercoles 26 de enero de 2011


Miércoles 26 de enero
Un hecho poco frecuente acaba de ocurrir este verano; cuando toda la movida se concentra en nuestra querida Santa Clara. No muy lejos de aquí, más precisamente en La Caleta, un grupo de actores llegamos una tarde amenazante y por momentos de lluvia intensa para brindar nuestro humilde trabajo: "Electra" de Sófocles. Mientras esperábamos al resto del elenco; que indeciso esperaba que les decía el cielo. El guardaparque Rubén, se acercó a ver que íbamos a hacer en ese magnífico anfiteatro construído para María Vaner por su marido; un lugar lleno de historias y fantasmas de personajes que habrán quedado vagando por el lugar gracias a la magia de su inspiradora. Cuando el elenco se completó fue como si Maria desde el cielo nos hubiera corrido las nubes para que se asomara el sol y para que comenzara a gestarse nuestro momento sagrado: el hecho teatral. Salimos casa por casa a invitar a los vecinos, ya alertados por otros vecinos, el guardaparque y los pocos afiches que pudimos colocar. Una camioneta de la municipalidad con cuatro jóvenes llegó con las luces y el sonido; a propósito me deben el cd, podrían hacérmelo llegar. La gente tenía presente que en ese lugar a una familia de teatro: la de Aleandro - Robledo habían pisado ese lugar; yo tengo conocimiento que solo Maria Vaner lo había usado pero cada uno de los vecinos jura haber visto a Norma Aleandro, a María Luisa Robledo y hasta el propio Pedro Aleandro. ¿Quién es uno para negarlo?. La funcion era a las 21 hs. y el boca a boca hizo que todos comenzaran a llegar por distintos medios, porque algo iba a suceder en el lugar, "su lugar" tuvimos que retrasar un poco el comienzo porque con uno de los chicos de la municipalidad veíamos que por las calles oscuras venía llegando más gente. Yo no sé lo que sienten los grandes actores cuando cuelgan el cartelito de "no hay mas localidades" pero ahí me sentí como si hubiera llenado el estadio de River 10 veces. El público salió agradecido preguntándonos si volvíamos con otra obra. Gente que durante 30 años vió ese lugar vacío y que ahora estaba viendo a un grupo de actores dando lo mejor de sí; estaba muy pero muy contenta y se acordaron hasta de agradecer al municipio por haberse acordado de ellos. Anécdotas podría contar varias, como la de unas chicas y un chico que llegaron en un cuatriciclo y cuando después de ver la obra un rato arrastraron el cuatri como 20 mts. y lo encendieron por allá para no interrumpir, madres que fueron con chiquitos que lloraban y salieron a calmarlos para volver a entrar...
Quiero agradecer especialmente a los vecinos de La Caleta y Mar de Cobo porque sin su presencia esto no hubiera sido posible. Gracias a Fernando Córdoba por enviarnos las luces y el sonido, entre otras cosas.
Y a los teatristas del mundo porque no debemos olvidar que siempre hay un milagro y que todos lo vivimos alguna vez. Nosostros lo vivimos.
Jorge Ramirez Jar




Maria de las Victorias Garibaldi

segunda critica de Electra


Sófocles en Santa Clara
A Electra le sienta bien el mar



 Todos sabemos la ruta pedregosa y poceada que sobrellevan los teatristas del interior, que cuando se trata de un balneario empeoran: estacionalidad, entusiasmos invernales que se enfrían en temporada, deserciones, falta de reconocimiento, público errático, desinterés cultural… Si abrimos el libro de quejas llenaría más espacio que la biblioteca de Argentores.
  Pues bien, desde el 2006 un grupo de dementes –lo que en el ámbito teatral es el mejor elogio—lleva a cabo una utopía poco a poco cumplida, trabajosamente, pero sin desmayo, y se llama Casa Azul. Después de cuatro años de su Escuela Municipal de Arte Escénico, una docena de obras estrenadas y un espacio íntimo y hospitalario a un tiempo, hoy podemos proclamar que palpita vida y proyectos a cuatro vientos. Los vientos marinos de Santa Clara, infinitos, arrasadores, omnipresentes. Cada llegada a término un parto, sí, doloroso pero esperanzado. Esperanzador. La reinauguración de la sala, ampliada, más cómoda que la anterior a pulso y costas de sus catecúmenos, demuestra cómo la voluntad mueve montañas aún en medio de los médanos.
  El corazón de Lydia Orensanz, el talento de Jorge Ramírez Jar, los hombros de los actores, lograron un milagro veraniego, tan viejo como la Historia del Teatro, tan nuevo como el elenco. Electra de Sófocles: para los hombres de coraje (y absoluta locura) se hicieron las empresas.
  No se extraña lo que no hay. Desapareció el coro, tal cual se suele operar con las representaciones modernas de los clásicos griegos. Ramírez extirpó también personajes secundarios, comentaristas y colaterales, debido a las paulatinas defecciones –pánico escénico, inseguridad, otras ocupaciones, lo natural de un conjunto semiprofesional—y constriñó el plantel a cuatro voces: Orestes, Clitemnestra, el Ayo y Electra. La disciplina no fue menor, sin embargo. Desafió a sus noveles alumnos a memorizar el texto traducido, gimnasia ciclópea en vista del original, pero es comenzar bien alto: una vez que se repite a semejante dramaturgo sin trastabillar se puede emprender cualquier aventura, que será juego de niños. Nada de trastos ni ambientación, cámara negra, el cuadrado despojado, la valentía de los actores sin referentes en qué apoyarse, y delante el espectador. Dicho de otro modo, no queda otra que actuar bien. Para eso se necesita convicción, excelente materia prima y un director dispuesto al equilibrio sobre la cuerda. Digámoslo pronto: Electra sale airosa, prácticamente perfecta.
  Los compañeros de la protagonista, a quien dedicaremos párrafo aparte, verifican la sabiduría docente de la dirección, ésa que Ramírez aprendió del maestro Carlos Owens: lo menos que se diría de los intérpretes es su exactitud. Correcto el ayo, (Daniel Fernández), elocuente y medido el Orestes de Hernán Núñez, una Clitemnestra entre cínica y angustiada (Maru Fullaondo). Asistimos a su reestreno y después de un año, con su receso invernal, el homogéneo grupo sigue haciendo gambetas en una baldoza, ahora expertos sobre las cimas de un texto dificilísimo, que Ramírez adaptador respetó en su fraseología original traducida –otro guantazo para aprendices, los cuales se desplazan sin referentes  excepto la cámara negra, a ciegas en la abolición del contexto, libremente y confiados, a esta altura capaces de cualquier cosa.
   El papel central, en esta segunda versión –la bella y dúctil Sol Fernández encarnó a Electra la temporada anterior—se dejó en la pregnancia física de María de las Victorias Garibaldi, líder del Teatro Independiente Poquelín, que bajó de Misiones a la costa atlántica y se quedó, beneficiándonos a todos. Su cuerpo longilíneo, que sólo ella maneja de forma diestrísima, ya sorprendió en el monólogo Anita Garibaldi desde el 2006, y también por entonces, junto a su marido Rodríguez Brusa, volvió a impactar mediante Situación bajo control, inclasificable texto casi mudo donde funcionaba en la sintonía de la mímica. Como suele suceder con las grandes, María nació para el personaje, bien contenida en su histrionismo por la dirección, y a su vez estimulada: su presencia llena el escenario, lo desborda, intimida y al mismo tiempo conmueve.
  Pero no debemos omitir el detalle en la puesta, ahora concentrada, lógico, al vestuario. Todos portan, en la semiblancura de sus togas, algún retazo sucio que los envuelve, asoma apenas o les cuelga del hombro o la cintura. Parece un trapo de pintor, y simboliza, como sin querer, la culpa y el crimen. Orestes tiene un pañuelo estampado, único rasgo icónico de alguna nobleza; la reina una imprecisa diadema y un brazalete a medias escondido; Electra es la más blanca y en realidad la más calculadora y vengativa. Mirémosles los pies. Solamente Clitemnestra lleva sandalias –el poder la sostiene, riqueza y/o seguridad; a Orestes y su asistente un esparadrapo mal anudado les cubre el empeine, mendigos de la suerte, extranjeros de plantas dañadas en su propia tierra. Electra descalza, porque en el fondo está desnuda, desposeída de herencia, de afectos, un odio puro hecho carne que la empuja a violar las leyes del amor filial. Ramírez, en fin, resitúa la escenografía a lo más privado y personal, la ropa, o su ausencia.
  Electra, de Sófocles-Jar se abre al 2011 con grandes expectativas. Renació el Piccolo Teatro que tanto soñó, y sufrió, el viejo José María Orensanz, ahora en la ciudad que ayudó a concretar. Santa Clara debería sentirse orgullosa.

 Gabriel Cabrejas




Electra en La Caleta


ELECTRA EN LA CALETA
Cultura, Educación, Ciencia y TecnologíaMiércoles, febrero 2nd, 2011

El pasado 26 de enero, en una increíble noche de verano, el grupo de teatro ABC, integrado por egresados y profesores de la Escuela Municipal de Arte Escénico ABC, se presento en el anfiteatro de La Caleta.
Este maravilloso espacio ubicado a pocos metros del acceso al barrio, esperaba ser habitado nuevamente por las voces de la tragedia.
Construido para la interpretación de Medea, interpretado por nada menos que María Vaner, el grupo asumió el desafío de revivir este maravilloso espacio, rodeado de un imponente escenario natural con la tragedia “Electra”
Desde días anteriores, y esa misma tarde los integrantes de ABC recorrieron casa por casa invitando vecinos y turistas del lugar. A la hora exacta del comienzo, mágicamente el lugar de pobló de familias enteras, atraídos por este lugar, a compartir este nuevo comienzo.
Con la presencia y colaboración de la Municipalidad del partido de Mar chiquita, que acercó equipos de sonido y luces, en pocos minutos el anfiteatro se convirtió en una fiesta, en donde actores, técnicos y un numeroso público comulgaron a través del teatro, en un lugar que días antes parecía desolado. Lo sorprendente fue ver la respuesta de los espectadores frente a la propuesta escénica realizada por el grupo bajo la dirección de Jorge Ramírez Jar, que se mantuvieron atentos y silenciosos durante toda la representación, que fue lo único que los detuvo y estallo en un efusivo aplauso al finalizar. El público presente expreso la alegría de ver revivir ese espacio tan especial, esperando que se repita.
Es de destacar que el grupo de teatro ABC viene realizando la obra “Electra” desde el año pasado, con dedicación, lo que posibilito ofrecer a los vecinos un espectáculo a la altura de las circunstancias. El elenco integrado por Hernán Nuñez, Daniel Fernández, María del Carmen Fullaondo y María de las Victorias Garibaldi, bajo la dirección y coordinación de Jorge Ramírez Jar, ha sido seleccionado para participar en la IV edición del festival de teatro X MUJER a realizarse en la Ciudad de Eldorado y subsedes, Montecarlo, Pto Esperanza y Posadas, de la Provincia de Misiones entre los días 24 al 27 de marzo del corriente año, en pos de este viaje, se realizara una serie de presentaciones, entre las cuales esta nuevamente programada en el anfiteatro de la caleta el día 9 de febrero a las 21Hs
Jorge Ramirez Jar es el Capitan Mosquito
Señores...La batalla va a dar comienzo...

El gigante Amapolas desembarco en La Caleta


EL GIGANTE DE AMAPOLAS DESEMBARCO EN LA CALETA
Noticias de la Comunidad, NovedadesMiércoles, enero 25th, 2012

Otra mágica noche se vivió en el Anfiteatro de la Caleta el pasado lunes cuando el grupo de teatro ABC independiente, presento la obra teatral “El Gigante de Amapolas”.
Con el auspicio de la Dirección de Cultura y Educación municipal a cargo de Clara Jordi, y con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro, la representación teatral cautivo a cientos de personas que se acercaron a aquel espacio, a partir de las 21 hs.
El gigante de amapolas fue escrita en 1842 por Juan Bautista Alberdi, quien se caracterizo por haber sido uno de los más notables escritores pertenecientes a la elite unitaria que tuvieron que marcharse al exilio durante el régimen de Juan Manuel de Rosas, entre los años 1829 y 1852.
Durante el desarrollo de la puesta en escena, la convivencia de lo cómico, lo trágico y los diálogos absurdos que se presentaron en la obra anticiparon el nacimiento del “grotesco” como genero teatral. Alberdi pudo dar muestra en esta obra presentada en La Caleta que, la elite claramente dividida por su propio afán de poder y hegemonía, no puede derribar si quiera, a un gigante de utilería y deposita en la figura del pueblo un papel protagónico.
Con la Dirección y puesta en escena de María de las Victorias Garibaldi, actuaron en la obra Eduardo Fernández, Lidia Lukasewikcz, Emilio Pinto, María del Carmen Fullaondo, Daniel Núñez, Jorge Ramírez Jar, y Mariano Orensanz

Erotica del sur

La obra se estreno el 30 de noviembre de 2006  

Erotica del sur

Lydia Lukaszewicz es Ella 


viernes, 20 de julio de 2012

Erotica del Sur

1985...
Democracia incipiente. Juicio a las Juntas. Cajas PAN.
Nadie que imaginara ver caer el muro de Berlin cuatro años mas tarde
y ver desaparecer a URRS....
"El fin de la historia" sentencio Fukuyama
"Se acabaron las ideologias" pregonaban cono ese tono de "gente bien"
Neustadt  y  Grondona.
Justamente en 1985 Jorge Ramirez Jar escribio esta obra.
Despuès de ver un ensayo de Eròtica, un amigo me dijo el otro dia:
"...no importan en que año se escriben las obras..."
lo pensè...es cierto, no interesa el año exacto en que Aristofanes, Shakeaspeare
o Ghelderode escribieron cada obra.
Pero en este caso si interesa, porque Eròtica se adelantò a lo que vendrìa...
La Argentina vendida, saqueada, ultrajada
La mayorìa de sus habitantes asfixiados
El "establishment" - empresarios, militares, curas, polìticos, sindicalistas, etc...
en su eterno entretenimiento  de sacarle hasta la ultima gota de jugo a la Republica y a sus mayorias alienadas.

Haber visto lo que se venia con mucha anticipacion es el merito de Jorge Ramirez Jar.

                                                                                                                         Juancho Orensanz



El ciclo de treatro en La Caleta termina hoy


Cultura, Educación, Ciencia y Tecnología, NovedadesViernes, febrero 10th, 2012

Este viernes 10 de febrero a las 21, se presentara “El Gigante de Amapolas” de Juan Bautista Alberdi, cerrando de esta manera el ciclo de funciones teatrales en el anfiteatro de La Caleta.
A cargo del Grupo ABC Independiente la obra que se presentara hoy fue escrita en 1842 por uno de los más notables intelectuales y escritores pertenecientes a la elite unitaria. El Gigante Amapolas se destaca, especialmente, dentro del panorama teatral argentino del siglo XIX. Alberdi nos muestra en esta obra que la elite, claramente dividida por su propio afán de poder y hegemonía, no puede derribar, si quiera, a un gigante de utilería y deposita en la figura del pueblo un papel protagónico.
Actúan: Eduardo Daniel Fernández, Lidia Lukasewicz, Emilio Pinto, María del Carmen Fullaondo, Daniel Hernán Núñez, Jorge Ramírez Jar, Mariano Orensanz.
El ciclo de teatro, organizado por la Secretaria de Cultura y Educación de la Municipalidad del Partido de Mar Chiquita, es gratuito y para toda la familia.
Cabe destacar que la Dirección y puesta en escena es de la talentosa actriz local, María de las Victorias Garibaldi

Michel de Ghelderode en Casa Azul:
El extraño jinete es la obra en cuestión en la adaptación y dirección de Jorge Ramírez Jar y donde trabajaron a la par alumnos de la escuela junto a egresados todos bajo la atenta mirada y guía del maestro que ya nos tiene acostumbrado a estas caminatas sobre la cuerda floja y a lanzarse con textos complejos y lo que parece de difícil resolución termina siendo un juego sencillo y disfrutado tanto por sus alumnos como los espectadores. En esta ocasión vimos a un Vigía atemporal de ropas raídas e hiperquinetico que no dejaba de moverse durante toda la obra; salía , entraba , subía y bajaba a la ventanuca por donde veía solamente el al extraño jinete e iba trabajando los tiempos, el temor, el descontrol y la incertidumbre de estas mujeres alteradas mentalmente y que llegaban esconderse debajo de frazadas y colchas apestosas y saltaban bailando de alegría hasta el paroxismo en esa lujuria desenfrenada de desear un minuto mas de vida. Y una mujeres de edades variadas pero con la locura como timón y el miedo constante a ese extraño jinete que se aproxima en busca de alguien, de un ser que justifique su llegada. Ellas forman alianzas, enemistades, se desprecian y se necesitan, y festejan cuando ven que ya no corren peligro y que esta vez el jinete no se llevo a ninguna de ellas; si a un recién nacido; y festejan otro día mas de vida.

Reparto:

Vigía: Ezequiel Ribot
Tomasa: Silvia Benítez
Clara: Violeta Faisca
Rosario: Fanny Buel
La Vieja: Beatriz Kotzambasides
Juana: Diana M. Valle
Maura: Lydia Lukaszewicz

Escenografía, Vestuario,
Iluminación y Sonido: Producción de ABC
Asistente de Dirección:
Ezequiel Ribot
Adaptación, Dirección General y Puesta en Escena:
Jorge Ramírez Jar


jueves, 19 de julio de 2012



LUNES, 12 DE MARZO DE 2012
Balance teatral de un renegado 2012
Chejov y El canto del cisne en Santa Clara
Clase(s) de teatro

Antón Chejov

Cuando Antón Chejov escribió El canto del cisne (1886) no pensaba que tendría tanta descendencia. Lo llamó estudio dramático, como si fuese un ensayo –de obra dramática, de preparación para actores—y seguramente le adjudicó menos importancia que sus opera mayores, Tío Vania, El jardín de los cerezos. Sin embargo, los atormentados recuerdos de un anciano actor junto a su ayudante de cámara producirían serias secuelas, y debe decirse que no nos son ajenas a los espectadores de aquí, el mero sudeste bonaerense. En concreto, aún está en vigencia El vestidor (Ronald Harwood), que Pedro Benitez, Antonio Mónaco y Lalo Alías resolvieron montar en Mar del Plata, y hasta el año pasado, Rodrigo Parise y Ángel Balestrini pusieron Rojos globos rojos (Tato Pavlovsky). Ambas piezas reconocen la paternidad chejoviana. Un actor decadente y su noche de asfixia espiritual rodean los nervios del camarín en el primer caso, junto a un asistente amanerado y solícito dispuesto a seguir a aquél hasta el final. El histrión fenomenal y triste del segundo caso y sus dos compañeras inseparables, en la grisura de una sala en bancarrota, patentizan siempre la misma lucha: la pasión de representar, contra el fracaso y a pesar de él, al borde de la locura, la miseria y, lo peor de todo, el olvido.
Para su versión, Jorge Ramírez Jar tuvo la fortuna de encontrarse con Osvaldo Del Vecchio, la más digna carnadura habiente de ese Vasili Svetlovídov, en lo que podría calificarse de autohomenaje al mismo tiempo que como dedicatoria viva a la gran Historia del Teatro. Médico retirado ahora residente de Santa Elena, Del Vecchio ofició de actor en los elencos de Beatriz Matar, Franklin Caicedo, Hugo Urquijo y Lito Cruz, tuvo su propio escenario en Quilmes y, aún secundario y partener, nunca dejó las tablas. El autor ruso subtitula Calcas a su monodrama, refiriéndose a un personaje de Troilo y Crésida, de Shakespeare. Mientras rumia su angustia, en bambalinas tras un supuesto beneficio, más a su pobreza que a su edad y mérito, Vasili no dejará de calzarse la vestimenta de sus grandes actuaciones, entre la desmemoria, los achaques y la certeza de una despedida. Ramírez no se detiene allí. En vez del Godunov de Pushkin, selecciona el monólogo de Segismundo (Calderón), prolonga los discursos originales y agrega otros: Romeo, Macbeth, Otelo y King Lear no figuran tan desarrollados en El canto chejoviano, y, directamente, decide abolir poemas sueltos de Pushkin y el drama de Griboiedov con que finaliza la obra. Nuestro director tomó dos medidas exactas: exhibir un muestrario de los momentos verbales clave de los llamados clásicos e imprimirle una fuerza trágica y emocional a una escritura cuya brevedad hace suponer que el dramaturgo solamente creía en ella como pequeño ejercicio, acaso una práctica expresiva para los alumnos de su puestista, Stanislavski. Y de paso se atreve, después de Electra, a repetir una audacia. No pregunte nadie ¿por qué Chejov en vacaciones y temporada? sino ¿por qué no?
Unas velas aguachentas, la mesa despintada y un baúl de indumentaria, sobre la ya legendaria cámara negra de la sala de Casazul, bastan. El apuntador y casi muleta de Vasili, Nikita (el propio Ramírez Jar) luce apenas más joven que su amo. Usa las solapas del saco levantadas pero en el frío del espacio desierto no vacila en alcanzar a aquél las armas de su batalla interminable, la corona de Lear, el puñal de Macbeth, las cadenas que aherrojan a Segismundo. El canto es, claro, metalingüístico, metateatral, y no asombra que lo hayan elegido tanto de inspirador. Su Excelencia, el tosiente y ebrio bufón de El vestidor también se sube a los alaridos de Lear en su pasaje final. Ahora, una plancha de zinc disimulada finge bien los truenos y la tempestad —¿la de vivir, no más?—como si de pronto retrocediéramos al radioteatro; Vasili mira al vacío y a nosotros alternativamente y no queda más que aplaudir. ¿A Vasili, a Del Vecchio, a los personajes, a sus creadores?
Impresionante y excepcional a la vez, en todos ellos yacen y respiran todos los teatros del mundo, en la visión del adaptador. “A aquellos actores que pasaron su vida contando historias que no siempre eligieron y, ésas que les hubiera gustado contar, se las dieron a otros”, reza el programa de mano.
Esa es nuestra ventaja de espectadores. Podemos elegir la historia, así de dolorosa y rica, que nos gustará que nos cuenten.

Gabriel Cabrejas





Jueves 22 de Septiembre: Teatro Colon

Obra: " Las ramas de aquel cerezo"

Autor: Pablo Gil Villafañe

Grupo ABC de Santa CLara del Mar

Actores: Lydia Lukascewicz y José Rodríguez

Asistente de dirección: Emilio Pinto

Dirección Gral y Puesta en Escena: Jorge Ramirez Jar

Síntesis argumental: “Cuando los seres queridos vuelven y vuelven buscando respuestas. Cuando nosotros les damos vida para acompañar nuestro padecimiento…Cuando la verdad se hace daga que escarba en nuestro corazón y los recuerdos más bellos nos dan la fuerza necesaria para poder respirar el aire que limpiamos y nos alienta a seguir







Obscena II. Temporada 2011-2012

Luego de la obra Obertura Obscena donde Jorge Ramírez Jar y Luciana Marcaida brillaran con actuaciones magnificas apoyados por tres textos de su autoría donde vimos desfilar desde un pedófilo ,pasando por un amante golpeador y terminando con un hombre de vida anodina que lo mas importante que le puede pasar en la vida es ser padre y que esto es tomado como una broma para todos los demás personajes  circundantes (como la parturienta, la prostituta, la amante, la niña, La viejita y la enfermera.) llevados a la vida por una actriz multifacética y de buenos recursos actorales. Después de esa primera obra vino una segunda parte Obscena II donde si bien en la primera parte era de tono dramático y humor ácido, esta vez Ramírez Jar recurrió al humor absurdo y corrosivo y si bien mantuvo la estructura de seguir con tres textos hilvanados, le sumo un trabajo de mimo llevado a cabo por Emilio Pinto y un streep tease realizado por Lydia Lukaszewicz quien además interpreta a una enfermera cumbanchera y despistada y a una joven de pocas luces frente a un suicida que se siente defraudada por  el arrepentimiento de aquel a llevar a cabo su cometido. Mientras que Emilio Pinto; aparte de mimo; también personifica a Roberto en la primera parte donde se encuentra con su gran amor ahora convertido en hombre , al accidentado que esta siendo operado y a un peatón que se suma al intento de suicidio y que también queda defraudado y por parte de Jorge Ramírez Jar que hace de Hombre-mujer, de cirujano autodidacta y libidinoso y de hombre común que descubre al supuesto suicida todo eso sumado al mimo que busca infructuosamente a un perro y el sensual baile erótico que in crescendo durante el desarrollo de la obra hacen de puesta un entretenido trabajo donde el público no para de reír y cuando lo hace es para pensar la situación.
Emilio Pinto es Roberto, Mimo, Accidentado y Peatón.
Lydia Lukaszewicz es La enfermera, La chica del suicida y la Stripper.
Y Jorge Ramírez Jar es el Hombre-mujer, El cirujano autodidacta y El hombre común. Además del autor y director.


En Casa de Arte Doña Rosa

En Casa de Arte



 También el sábado 17 a las 21.30 y el domingo 18 a las 20.30 en la sala 2 se brindarán las dos últimas funciones del clásico de Chejov "El canto del cisne", la pieza será llevada a escena por el grupo de teatro independiente ABC, de Santa Clara del Mar.
 Con las actuaciones de Osvaldo Del Vecchio y Jorge Ramírez Jar. La obra se despide este fin de semana y por ello se recomienda reservar las localidades con anticipación llamando al 4224-7270, todos los días de 15 a 20




El canto del cisne


EL CANTO DEL CISNE EN LA CASA DE LA CULTURA
Cultura, Educación, Ciencia y Tecnología, NovedadesMartes, julio 3rd, 2012

Protagonizada por el grupo ABC de Casa Azul de Santa Clara del Mar, se presentó la obra de teatro “El Canto del Cisne” en la Casa Municipal de la Cultura.
Con una gran convocatoria se abrió el telón del escenario pasadas las 20 del viernes pasado.
“El canto del cisne”, de Anton Chejov cuenta con la adaptación y dirección de Jorge Ramirez Jar.
La obra narra una historia donde el viejo actor Vasil Vasilievich se encuentra solo en un teatro, víctima de las bromas de sus jóvenes compañeros que horas antes le rindieran un homenaje a su trayectoria. En esa soledad se encuentra con Nikita, el apuntador, que no teniendo donde vivir se queda a escondidas en el teatro a dormir.
Con modalidad a la gorra, los espectadores manifestaron su conformidad y alcance de expectativas de dicha obra en el espacio de la cultura en Coronel Vidal.
Los artistas, por su parte, expresaron “un profundo agradecimiento al público presente y a las autoridades por el desarrollo de un espacio tan óptimo para la cultura”.
Cabe resaltar que esta obra ha sido invitada para participar en el III Festival de Teatro Clásico Adaptado en el mes de setiembre y en el VIII Festival Iberoamericano de Teatro en el mes de diciembre en la ciudad de Mar del Plata, donde fue elegida previamente por un riguroso comité seleccionador.

miércoles, 18 de julio de 2012




esta fue la critica de Electra


Sófocles en Santa Clara
A Electra le sienta bien el mar



 Todos sabemos la ruta pedregosa y poceada que sobrellevan los teatristas del interior, que cuando se trata de un balneario empeoran: estacionalidad, entusiasmos invernales que se enfrían en temporada, deserciones, falta de reconocimiento, público errático, desinterés cultural… Si abrimos el libro de quejas llenaría más espacio que la biblioteca de Argentores.
  Pues bien, desde el 2006 un grupo de dementes –lo que en el ámbito teatral es el mejor elogio—lleva a cabo una utopía poco a poco cumplida, trabajosamente, pero sin desmayo, y se llama Casa Azul. Azul como el mar, quien lo mira lo ve por vez primera, íntegro y siempre renovado, imprescindible y refrescante. Después de tres años de su Escuela Municipal de Arte Escénico, una docena de obras estrenadas y un espacio íntimo y hospitalario a un tiempo, hoy podemos proclamar que palpita vida y proyectos a cuatro vientos. Los vientos marinos de Santa Clara, infinitos, arrasadores, omnipresentes. Cada llegada a término un parto, sí, doloroso pero esperanzado. Esperanzador.
  El corazón de Lydia Orensanz, el talento de Jorge Ramírez Jar, el cuerpo de los actores, la voluntad de todos, lograron un milagro veraniego, tan viejo como la Historia del Teatro, tan nuevo como el elenco. Electra de Sófocles: para los hombres de coraje se hicieron las empresas.
  No se extraña lo que no hay. Desapareció el coro, tal cual se suele operar con las representaciones modernas de los clásicos griegos. Ramírez extirpó también personajes secundarios, comentaristas y colaterales, debido a las paulatinas defecciones –pánico escénico, inseguridad, otras ocupaciones, lo natural de un conjunto semiprofesional—y constriñó el plantel a cuatro voces: Orestes, Clitemnestra, el Ayo y Electra. La disciplina no fue menor, sin embargo. Desafió a sus noveles alumnos a memorizar el texto traducido, gimnasia ciclópea en vista del original, pero es comenzar bien alto: una vez que se repite a semejante dramaturgo sin trastabillar se puede emprender cualquier aventura, que será juego de niños. Nada de trastos ni ambientación, cámara negra, el cuadrado despojado, la valentía de los actores sin referentes en qué apoyarse, y delante el espectador. Dicho de otro modo, no queda otra que actuar bien. Para eso se necesita convicción, excelente materia prima y un director dispuesto al equilibrio sobre la cuerda. Digámoslo pronto: Electra sale airosa, prácticamente perfecta.
  En primer lugar, vale destacar la composición de Sol Fernández en la piel de la heroína. Su pregnancia y autodominio son ejemplares. Imposta con matices, se mueve a sus anchas, no teme mirar a los ojos al receptor, estalla y se retrae, el rol le entalla como una calza. Veinte años y ya está para militar en las grandes ligas. Encima, es bellísima. Sus compañeros demuestran la sabiduría docente de la dirección, ésa que Ramírez aprendió del maestro Carlos Owens: lo menos que se diría de los intérpretes es su exactitud. Correctísimo el ayo, personaje ayudante (Daniel Fernández), elocuente y medido el Orestes de Hernán Núñez, contenida Clitemnestra (Maru Fullaondo). Asistimos a su estreno y sorprende que, casi sin furcios, un grupo que recién empieza a asimilar experiencia se maneje tan libremente y confiado sobre las tablas.
  Pero no debemos omitir el detalle en la puesta, ahora concentrado, lógico, al vestuario. Todos portan, en la semiblancura de sus togas, algún retazo sucio que los envuelve, asoma apenas o les cuelga del hombro o la cintura. Parece un trapo de pintor, y simboliza, como sin querer, la culpa y el crimen. Orestes tiene un pañuelo estampado, único rasgo icónico de alguna nobleza; la reina una imprecisa diadema y un brazalete a medias escondido; Electra es la más blanca y en realidad la más calculadora y vengativa. Mirémosles los pies. Solamente Clitemnestra lleva sandalias –el poder la sostiene, riqueza y/o seguridad; a Orestes y su asistente un esparadrapo mal anudado les cubre el empeine, mendigos de la suerte, extranjeros de plantas dañadas en su propia tierra. Electra descalza, porque en el fondo está desnuda, desposeída de herencia, de afectos, un odio puro encarnado que la empuja a violar las leyes del amor filial. Ramírez, en fin, resitúa la escenografía a lo más privado y personal, la ropa, o su ausencia.
  Electra, de Sófocles-Jar inaugura un 2010 con grandes expectativas. Renació el Piccolo Teatro que tanto soñó, y por el cual sufrió, el viejo José María Orensanz, ahora en la ciudad que ayudó a concretar. Santa Clara debería sentirse orgullosa.

Gabriel Cabrejas 

El Canto del Cisne en la Casa de Cultura de Cnel Vidal




Nuevo Milagro


Este nuevo milagro veraniego que hace que me sienta mas deseoso todavía de seguir haciendo teatro, a pesar de todos los contratiempos , de todo ese esfuerzo no reconocido, de ese desinterés  general (llamase publico, amigos, compañeros de tu mismo equipo…) De tener que lidiar con espectáculos al aire libre a escasas cuatro cuadras, de publico que pasa por la puerta, mira, pregunta por el valor de la entrada pero prefiere ir por eso que se les brinda gratis, a pesar de la comparsa , las murgas y las fiestas  populares argentinas que veremos por TV y a pesar que siendo un artista local me tenga que sentir un desterrado, un exiliado cultural porque solo unos pocos intelectuales y otros pseudos tienen el reconocimiento y la palabra, a pesar de sentirme un trágico a mi pesar, yo puedo decir que consigo milagros y este verano ese milagro se llama El canto del cisne que hicimos todos los martes en el  Centro Cultural Casa Azul con la suerte de no haber suspendido nunca y aunque con cambios de horarios, con funciones de títeres que nos obligo a demorar una hora el comienzo de la función porque su horario se extendió e hizo que perdiéramos una buena cantidad de publico … El canto del cisne hizo que el espectador que tuvo la suerte de verla se llevara lo mejor de nosotros; de mi compañero Osvaldo del Vecchio, de nuestro asistente técnico Daniel Fernández  y lo mejor de mi, como adaptador, director y actor…Tuvimos funciones donde salió la gente emocionada hasta las lagrimas, funciones en las que la gente no se movió hasta que volvimos a escena para dialogar con ellos, funciones donde se nos agradeció que hayamos hecho esta obra y sobre todo las criticas que recibimos, que fueron bastante halagadoras, de personas que vieron mucho teatro en sus vidas y de otras que era la primera vez que lo hacían. Pero lo que conseguimos los actores es llegar a la sensibilidad de todos ellos. Estos casos aparecen muy de vez en cuando en la vida de un actor y por eso lo mejor que podemos hacer cuando nos toca es disfrutarlo con todos los poros de nuestro cuerpo por haber dado en el punto justo de lo que esa poca gente quería ver… (Porque vale la aclaración que por lo que sabemos, los espectáculos populares, los que consiguen la risa fácil, los que ridiculizan a los demás son los que llevan su buen número de público.)Pero nuestro pequeño pero gran público es el que sí sabe diferenciar entre una cosa y la otra, ese público sabe que no le erramos al decidir hacer esta obra y por suerte lo reconoció. Las veces que monte obras de este tipo sabia que clase de publico iba a venir y no me interesaba llenar la sala o ganar unos pesos mas, lo que yo buscaba era encontrarme con esa gente que viniera al teatro sabiendo que era lo que venia a ver y si llegaba a salir satisfecho me sentía como aquel que cumplió con su deber, que para algo nos formamos, para difundir el teatro del mundo, el de acá,(Nuestro) y el de allá, ese que leímos en nuestro tiempo de formación, ese que soñamos hacer algún día, (por suerte algunos pude realizar). Este es uno de ellos. El canto del cisne, fue escrito en 1886 al que su autor Antón Pavlovich Chejov definió como “estudio dramático”, nadie sabe bien por que, tal vez haya sido un ejercicio para Stanislavsky. Y nosotros lo rememoramos en este 2012, por supuesto adaptado pero conservando su época, lo que hizo que la gente se sintiera transportada y cautivada por esta puesta. Se que desde su afiche (que es nada mas que la foto de Chejov sentado.) hasta la actuación de este señor actor llamado Osvaldo del Vecchio hemos cumplido con un sueño del que no queremos despertar , Osvaldo una persona de algunos años mas que yo, deja a mas de un recién iniciado en este arte con mas ínfulas que un actor de Hollywood por el suelo, por su responsabilidad, su humildad y por salir a volantear entusiasmado sin que se le caigan los anillos al contrario de esos que se creen que la gente va a ir a verlos por ser ellos los que están en el teatro. No señores, hay que moverse, no te queda otra, acá no hay Robert DeNiro ni Dustin Hoffman, acá hay gente que hace teatro y que le cuesta mucho conseguir que lo vengan a ver y ni hablar de las Helen Mirren o las Meryl Streep. . .                                                          
No se cuanto tiempo mas la haremos pero que es un placer hacerla no lo voy a negar y tengo que agradecer a aquellos que se tomaron un momento de sus vidas para venir a verla porque se que no lo pasaron mal y aquellos a los que fui personalmente a invitarlos y que prometieron venir y todavía no lo hicieron decirles simplemente que los sigo esperando, porque yo no soy el teatro, tampoco el espacio donde se realiza lo es, el teatro es CHEJOV, si señor y con mayúsculas…
                                           
Jorge Ramírez Jar

miércoles, 15 de febrero de 2012

El canto del cisne en Casa Azul de Santa Clara del Mar

Chejov y El canto del cisne en Santa Clara
Clase(s) de teatro



Cuando Antón Chejov escribió El canto del cisne (1886) no pensaba que tendría tanta descendencia. Lo llamó estudio dramático, como si fuese un ensayo –de obra dramática, de preparación para actores—y seguramente le adjudicó menos importancia que sus opera mayores, Tío Vania, El jardín de los cerezos. Sin embargo, los atormentados recuerdos de un anciano actor junto a su ayudante de cámara producirían serias secuelas, y debe decirse que no nos son ajenas a los espectadores de aquí, el mero sudeste bonaerense. En concreto, aún está en vigencia El vestidor (Ronald Harwood), que Rubén Benitez, Antonio Mónaco y Lalo Alías resolvieron montar en Mar del Plata, y hasta el año pasado, Rodrigo Parise y Ángel Balestrini pusieron Rojos globos rojos (Tato Pavlovsky). Ambas piezas reconocen la paternidad chejoviana. Un actor decadente y su noche de asfixia espiritual rodean los nervios del camarín en el primer caso, junto a un asistente amanerado y solícito dispuesto a seguir a aquél hasta el final. El histrión fenomenal y triste del segundo caso y sus dos compañeras inseparables, en la grisura de una sala en bancarrota, patentizan siempre la misma lucha: la pasión de representar, contra el fracaso y a pesar de él, al borde de la locura, la miseria y, lo peor de todo, el olvido.
Para su versión, Jorge Ramírez Jar tuvo la fortuna de encontrarse con Osvaldo Del Vecchio, la más digna carnadura habiente de ese Vasili Svetlovídov, en lo que podría calificarse de autohomenaje al mismo tiempo que como dedicatoria viva a la gran Historia del Teatro. Médico retirado ahora residente de Santa Elena, Del Vecchio ofició de actor en los elencos de Beatriz Matar, Franklin Caicedo, Hugo Urquijo y Lito Cruz, tuvo su propio escenario en Quilmes y, aún secundario y partener, nunca dejó las tablas. El autor ruso subtitula Calcas a su monodrama, refiriéndose a un personaje de Troilo y Crésida, de Shakespeare. Mientras rumia su angustia, en bambalinas tras un supuesto beneficio, más a su pobreza que a su edad y mérito, Vasili no dejará de calzarse la vestimenta de sus grandes actuaciones, entre la desmemoria, los achaques y la certeza de una despedida. Ramírez no se detiene allí. En vez del Godunov de Pushkin, selecciona el monólogo de Segismundo (Calderón), prolonga los discursos originales y agrega otros: Romeo, Macbeth, Otelo y King Lear no figuran tan desarrollados en El canto chejoviano, y, directamente, decide abolir poemas sueltos de Pushkin y el drama de Griboiedov con que finaliza la obra. Nuestro director tomó dos medidas exactas: exhibir un muestrario de los momentos verbales clave de los llamados clásicos e imprimirle una fuerza trágica y emocional a una escritura cuya brevedad hace suponer que el dramaturgo solamente creía en ella como pequeño ejercicio, acaso una práctica expresiva para los alumnos de su puestista, Stanislavski. Y de paso se atreve, después de Electra, a repetir una audacia. No pregunte nadie ¿por qué Chejov en vacaciones y temporada? sino ¿por qué no?
Unas velas aguachentas, la mesa despintada y un baúl de indumentaria, sobre la ya legendaria cámara negra de la sala de Casazul, bastan. El apuntador y casi muleta de Vasili, Nikita (el propio Ramírez Jar) luce apenas más joven que su amo. Usa las solapas del saco levantadas pero en el frío del espacio desierto no vacila en alcanzar a aquél las armas de su batalla interminable, la corona de Lear, el puñal de Macbeth, las cadenas que aherrojan a Segismundo. El canto es, claro, metalingüístico, metateatral, y no asombra que lo hayan elegido tanto de inspirador. Su Excelencia, el tosiente y ebrio bufón de El vestidor también se sube a los alaridos de Lear en su pasaje final. Ahora, una plancha de zinc disimulada finge bien los truenos y la tempestad —¿la de vivir, no más?—como si de pronto retrocediéramos al radioteatro; Vasili mira al vacío y a nosotros alternativamente y no queda más que aplaudir. ¿A Vasili, a Del Vecchio, a los personajes, a sus creadores?
Impresionante y excepcional a la vez, en todos ellos yacen y respiran todos los teatros del mundo, en la visión del adaptador. “A aquellos actores que pasaron su vida contando historias que no siempre eligieron y, ésas que les hubiera gustado contar, se las dieron a otros”, reza el programa de mano.
Esa es nuestra ventaja de espectadores. Podemos elegir la historia, así de dolorosa y rica, que nos gustará que nos cuenten.

Gabriel Cabrejas
Enero 2012